lunes, 31 de mayo de 2010

Despedida de un padre

1 de enero de 1980, Buenos Aires


Querido hijo Oscar:
                      
  Esta es la última carta que te escribo, al terminarla, iré a recoger unas rosas al jardín y tendré un infarto. La muerte de la última hermana que me quedaba en la Argentina y el sentimiento de que mis tres hijos están grandes y encaminados y que, sobre todo, vos, que ya me diste la alegría de haberme dado cinco nietos y en estos momentos que te escribo, estarás seguramente por tener tu sexto hijo. Te felicito. Usted sí podrá vivir y morir rodeado de muchas personas y lo veo, a usted hijo, instantes antes de mi propia muerte, guiando con su bastón de fantasía, a todo eso que le pertenece y a la vez lo encadena, hacia un destino de luz.

                        Le agradezco hijo que, a pesar de todos mis consejos, usted haya hecho con su vida lo que le vino en gana. Muero con la alegría y la tranquilidad, de que usted ya no me podrá hacer responsable de lo que ocurra en su vida. Y, por otra parte, le ruego no abandone por venir a verme morir, ni su trabajo, ni su familia y recuerde aquello que tantas veces me dijo, y que yo recién entiendo ahora, que los padres no mueren, si fueron capaces de hablar antes de morir.

                        Un fuerte abrazo, que no ha de ser el último, porque usted hijo, al recordar mis palabras, encontrará otros padres, otras palabras.


Raif Menassa


Del libro "El oficio de morir. Diario de un psicoanalista" de Miguel O. Menassa

lunes, 24 de mayo de 2010

CONFERENCIA: LAS ETERNAS RELACIONES DE PAREJA. Miguel Menassa, candidato Premio Nobel 2010.

CHARLA-COLOQUIO

LAS ETERNAS RELACIONES DE PAREJA




Este jueves 27 de Mayo, a las 20.30, el Dr. Miguel Oscar Menassa, Director de la Escuela de Psicoanálisis Grupo Cero y candidato al Premio Nobel de Literatura 2010, realizará una charla coloquio sobre Las eternas relaciones de pareja.
Entrada: 20 euros.
Se puede ver por http://www.helloworld.com/grupocero en directo, previo pago de 5 euros.
Para inscribirse, llamar al 917581940.

miércoles, 19 de mayo de 2010

LA HOMOSEXUALIDAD

la homosexualidad

¿Quién no se ha cuestionado alguna vez su tendencia sexual? ¿Cuántos se consideran homosexuales porque alguna vez sintieron atracción por una persona de su mismo sexo? ¿Por qué es una persona homosexual? ¿Será el fin de la heterosexualidad?
Muchas preguntas se generan en torno a esta modalidad de elección de objeto amoroso. Pocas respuestas y mucho silencio. Encendamos con la luz del Psicoanálisis la oscuridad de lo desconocido.
La homosexualidad es un fantasma que ocupa nuestro pensamiento en algún momento de la vida. El hecho de que la homosexualidad pueda o no ser orgánica, no nos evita la obligación de estudiar los procesos psíquicos de sus génesis. Para entenderla es preciso acudir al propio proceso de desarrollo humano.
El paso por la definición sexual está marcado por el primer enlace afectivo hacia una persona, que en todo humano acontece con la figura materna. Esta relación marca la entrada en el llamado complejo de Edipo. El desarrollo normal exige el desprendimiento de esta relación afectiva.
El proceso típico de la homosexualidad consiste en que algunos años, después de la pubertad, el adolescente fijado hasta entonces intensamente a su madre, se identifica con ella y busca objetos eróticos en los que le sea posible volver a encontrarse a sí mismo y a los cuales querrá entonces amar como la madre le ha amado a él. Como vemos, se produce una elección narcisista de objeto.
Detrás de este factor se oculta el desprecio a la mujer, su repulsa y hasta el horror a ella se derivan generalmente del descubrimiento de que la mujer carece de pene. En todo hombre, también hay que decirlo, subsiste cierto desprecio hacia la mujer por este motivo.
El homosexual, ha renunciado a la especie, a la reproducción y por tanto a las diferencias sexuales, es decir, sólo tolera la genitalidad de alguien de su mismo sexo. Las diferencias le ocasionan angustia y sólo puede cuando está frente a uno como él mismo.
También se nos muestra como un poderoso motivo de la elección de objeto homosexual el respeto o miedo al padre. Al renunciar a la mujer como objeto amoroso, la competencia con el padre y así, su propio riesgo.
Los factores de la etiología psíquica de la homosexualidad descubiertos hasta ahora son la adherencia a la madre, el narcisismo y el temor a la castración. Hay que sumar a estos factores, los celos hacia un hermano. Dichos celos condujeron a actitudes hostiles y agresivas hasta desearle la muerte, pero quedan luego reprimidos y transformados. Las personas antes consideradas como rivales se convirtieron en los primeros objetos eróticos homosexuales.
No se puede negar el poder de la especie, algo muy superior al sujeto, ya que la especie impone la reproducción para perpetuarse y para ello, necesita la heterosexualidad. A la especie no importando de qué manera lleguemos a ella o qué nos ocurra en el proceso. Si es mal vista la homosexualidad no es porque dos hombres o dos mujeres se besen o hagan el amor, sino porque en ese gesto, se atenta contra la procreación y es algo que la propia especie nunca va a permitir.
El homosexual no nace, se hace, como hemos visto, en el proceso de identificación con la figura materna. El deseo humano se caracteriza por nuestra tendencia a volver a encontrar la situación inicial mítica con aquella madre que un día  nos dio todo sin pedirnos a cambio nada.
En definitiva, las cosas nunca son lo que parecen. Son las palabras las que nombran las situaciones sexuales y no al revés. Sólo podemos conocer nuestra sexualidad si nos psicoanalizamos, si podemos hablar de las fantasías, las inhibiciones, con un profesional, que no juzgará, pero sí puntuará cómo nos relacionamos con nuestros semejantes.
No hay dependencia entre sexo biológico y elección de objeto. No sólo la homosexualidad es poco evidente para el psicoanálisis, también la heterosexualidad.


Helena Trujillo Luque
Psicoanalista de la Escuela Grupo Cero
C/ Esperanto, 9-2ºD Málaga (España)
Telef. 952 39 21 65

jueves, 13 de mayo de 2010

¿Limita la cultura nuestra capacidad de ser felices?

EL MALESTAR EN LA CULTURA
Charla impartida en Ámbito Cultural de El Corte Inglés el 12-5-10
por Helena Trujillo, psicoanalista

Somos rápidos a la hora de emitir juicios y opiniones, pero nos olvidamos muchas veces de tener en cuenta la variedad del mundo humano y de su vida anímica.
Tendemos a exigir y esperar de los demás determinados comportamientos, formas de pensar equivalentes a las nuestras, la propia cultura ejerce semejante generalización y no tiene en cuenta la diversidad de disposiciones.
Creemos conocernos a nosotros mismos, saber cómo pensamos, qué esperamos del amor, del trabajo, qué felicidad anhelamos. Pero lo cierto es que muchas veces más nos valdría desconocernos un poco, porque ese aparente conocimiento se basa en nuestra conciencia, nuestra fachada, pero desconocemos por completo nuestras ideas y tendencias más íntimas., desconocemos nuestros procesos inconscientes que, al fin y al cabo, son los que determinan nuestra propia conciencia.
El conocimiento de esta otra parte de nosotros mismos se nos presentó a través del estudio de pacientes donde se tornaba incierta la demarcación del yo frente al mundo exterior. Casos en los que pensamientos, sentimientos y hasta comportamientos son sentidos como extraños para el yo.
Está claro que no seríamos los que somos si no hubiese una organización humana en comunidad, si no existieran las organizaciones sociales y la cultura. La historia del hombre ha sido testigo de una importante evolución desde nuestros orígenes, también lo ha sido nuestra organización psíquica para poder adaptarse a esa vida en comunidad.
¿Por qué y para qué la vida en comunidad? No cabe duda de que de no ser así no se habrían producido las importantes producciones humanas: ciencia, arte, religión. De no haber sido así, seguramente hoy no existiríamos porque el débil ser humano frente a la naturaleza hubiera perecido de no haber unido sus fuerzas a las de otro ser humano. Hubimos de renunciar a ciertas tendencias agresivas hacia el otro, hubimos de renunciar a cierta parte de nuestro egoísmo.
Esto ha sido así, en primer lugar por el poder de la atracción sexual, que impulsaba a los hombres a satisfacer sus instintos con el sexo contrario. Fuerza esta necesaria para la perpetuación de la especie. De ahí nació, de esa tendencia, la primera familia, donde el hombre se aseguraba la satisfacción de sus necesidades eróticas y donde la mujer permanecía junto a él para salvaguardar a su prole.
Si todo hubiese quedado ahí, todo habría sido comida y sexo. Pero existía la ambición, la agresión de unos contra otros, la sublevación de los hijos contra el padre y la imperiosa necesidad de establecer alianzas. Eso fue creando los primeros grupos sociales, más allá de la familia.
Esos pasos de lo individual a lo social, del egoísmo más absoluto a su renuncia para poder obtener algo de los otros, son pasos que el propio individuo debe recorrer en su evolución individual. No obstante, todo lo que una vez ha existido en nuestro psiquismo no puede desaparecer y puede volver a surgir en circunstancias favorables.
La religión ha tenido una importante función en el desarrollo del pensamiento humano, le explica al hombre los enigmas del mundo y le asegura que una providencia guardará su vida, como antaño hacía su propio padre. El hombre no podría soportar pasar de la protección familiar al vacío del mundo, si en él no le esperaran nuevas esperanzas, nuevas fuentes de vínculos humanos.
Está claro que la vida no es fácil nos depara sufrimientos, decepciones, empresas imposibles. Cómo vivir sin esperanzas y satisfacciones. Muchos toman el camino de los narcóticos, sustancias que nos hacen insensibles al sufrimiento, no transforman la realidad, pero al menos no la padeces. Otros eligen el camino de las satisfacciones sustitutivas como el arte, el trabajo, que transforman la realidad, pero no hacen desaparecer las fuentes de insatisfacción. Y la distracción, lo que podemos conocer como el ocio, los pasatiempos que nos alivian la tensión psíquica para poder retornar a la dolorosa realidad.
Si vivimos, si existe la cultura, si somos capaces de renunciar a muchas satisfacciones, podríamos preguntarnos cuál es la finalidad de la vida. Se puede decir que es alcanzar la felicidad, es el fin que nos motiva, evitar el sufrimiento y el displacer y, sobre todo, experimentar sensaciones placenteras. En el sentido más estricto, la felicidad surge de la satisfacción de las necesidades. Pero a otro nivel, está claro que la felicidad para cada uno de nosotros es algo diferente, porque nos rige una ideología muy diferente.
Es injusto exigirnos a todos el mismo camino para alcanzar la felicidad, como tampoco todos tenemos las mismas necesidades ni nos satisfacemos de la misma forma. Tomando en cuenta nuestra propia satisfacción, nuestras facultades de felicidad están limitadas desde un principio. Es más fácil experimentar la desgracia que la felicidad.
Para satisfacer nuestros deseos y necesidades, tenemos que interactuar con el mundo exterior, establecer alianzas, comunicarnos, renunciar a otras necesidades que se hacen imposibles de satisfacer en un entorno social.
Este es el precio que pagamos por evolucionar, obtenemos muchas cosas, multiplicamos las posibilidades de satisfacción, pero ya no serán tan poderosas y básicas como lo serían en un mundo primitivo. ¿Se vive peor ahora que antes? ¿La organización actual de las sociedades impide que seamos felices?
Por un lado sí y por otro no. El hambriento era feliz obteniendo alimento, no se planteaba conseguir el amor, tener una casa mejor o darle educación a sus hijos. Hemos conseguido satisfacer las necesidades básicas uniendo nuestros esfuerzos, creando organizaciones sociales, leyes, instituciones. Pero ahora se crean nuevas necesidades y nuevos compromisos.
No todo el mundo puede hacer frente a esos nuevos compromisos, no todo el mundo está dispuesto a pagar su peaje para que el mundo siga adelante, no todo el mundo tiene la misma capacidad para renunciar a sus tendencias más básicas.
No cabe duda de que esa misma evolución se refleja en nuestro aparato psíquico, del más primitivo principio del placer, surge el principio de la realidad que también tiende a la satisfacción, pero teniendo en cuenta el mundo exterior. Podríamos decir: en el momento apropiado y con la persona adecuada. De esta forma el ser humano se puede considerar feliz no sólo por satisfacer sus necesidades, también por escapar a la desgracia y al sufrimiento.
Si bien es cierto que la vida en comunidad nos permite satisfacer nuestros deseos, también nos lo limita. Por ello muchos toman el camino de alejarse de la sociedad. Alejarse del mundo para evitar así todo sufrimiento.
El proceso de sublimación nace en esta evolución del individuo, donde en lugar de obtener la satisfacción básica e inmediata de nuestras tendencias, lo que a veces puede ocasionarnos inadaptación social o castigo, el sujeto puede emprender otro camino, poner su energía en un proceso social, ya sea el arte, el trabajo, la ciencia, para obtener satisfacción indirecta, satisfacción que repercute a otras personas que se beneficiarán de esa energía transformada.  No todo el mundo tiene la misma capacidad de sublimación, ni todos los deseos pueden seguir este camino. Hay cierta parte de la energía sexual que sólo puede satisfacerse sexualmente.
Hay, por ejemplo, quien pone todas sus aspiraciones de felicidad en el amor, amar y ser amado, sin embargo esta elección entraña graves riesgos, porque jamás se está tan a merced del sufrimiento como cuando amamos, jamás somos tan infelices como cuando hemos perdido a nuestro objeto amado. Aquellos que esperan de la mor la solución a todos sus males,  no sólo perderán ese amor, sino que serán víctimas de un doble sufrimiento, el que antes tenían y el producido por la ruptura amorosa.
Ninguna regla vale para todos, cada uno debe buscar por sí mismo la manera en que pueda ser feliz, pero ya la sabiduría nos dice no hacer depender toda nuestra satisfacción de una misma fuente.
Quien viene al mundo con una constitución pulsional particularmente desfavorable a estas condiciones de la vida, difícilmente hallará la felicidad en su entorno. La salida que le queda es la neurosis. Cae en la neurosis porque no soporta la frustración que le genera la vida en sociedad. La dominación sobre el nuestro inconsciente no puede exceder determinados límites. SI LAS EXIGENCIAS DE LA CULTURA LO SOBREPASAN, SE PRODUCE EN EL INDIVIDUO UNA REBELIÓN O UNA NEUROSIS, O SE LE HACE INFELIZ.
Hemos de enorgullecernos de las modificaciones que el ser humano ha realizado en la naturaleza para que podamos tener la vida que tenemos, aunque es cierto que muchos han sido los costes. Por ejemplo, las catástrofes medioambientales, las guerras y conflictos, pero sobre todo, los costes humanos. Para muchos esta evolución no supone mayor nivel de felicidad porque no tienen los medios a su alcance para obtener la satisfacción de sus necesidades y deseos. Porque no todos podemos hacer las mismas renuncias, porque no todos pueden pensar el futuro y muchos sólo saben pensar en las satisfacciones inmediatas.
La felicidad es algo totalmente subjetivo que no depende  de las satisfacciones materiales. La cultura no está en contra de nuestra felicidad, se establece para protegernos de la naturaleza y regular las relaciones de los hombres entre sí.  Gracias a la cultura el hombre ha llegado casi a convertirse en un Dios.
Si la naturaleza humana fuera bondadosa, altruista, social, no sería necesaria la cultura para regularnos. Nuestra naturaleza manifiesta más bien una tendencia natural al descuido, a la irregularidad y a la informalidad, siendo necesarios arduos esfuerzos para conseguir encaminar estas tendencias. El hombre no es una criatura tierna y necesitada de amor, que sólo osaría defenderse si se le atacara, sino, por el contrario, un ser entre cuyas disposiciones instintivas también debe incluirse una buena porción de agresividad. La agresividad forma parte de nosotros así como la tendencia a utilizar a los demás, querer dominarlos, aprovecharnos de ellos. La existencia de tales tendencias agresivas es el factor que perturba nuestra relación con los semejantes, imponiendo a la cultura tal despliegue de preceptos. Las pasiones instintivas son más poderosas que los intereses racionales. Es a través de los arduos esfuerzos de la educación y las instancias sociales que podemos mantener a raya estas tendencias antisociales. La sustitución del poderío individual por el de la comunidad representa el paso decisivo hacia la cultura. Los miembros de la comunidad restringen sus posibilidades de satisfacción  en pos de una justicia común, para todos. Justicia que pierde fuerza cuando se vicia a favor de los poderosos.
Si la cultura impone tan pesados sacrificios, no sólo a la sexualidad, sino también a las tendencias agresivas, comprenderemos mejor por qué al hombre le resulta tan difícil alcanzar en ella su felicidad. En efecto, el hombre primitivo estaba menos agobiado. EL HOMBRE CIVILIZADO HA TROCADO UNA PARTE DE POSIBLE FELICIDAD POR UNA PARTE DE SEGURIDAD.
Es el «miedo a la pérdida del amor» lo que permite nuestras renuncias en pos de la cultura. Cuando el hombre pierde el amor del prójimo, de quien depende, pierde con ello su protección frente a muchos peligros, y ante todo se expone al riesgo de que este prójimo, más poderoso que él, le demuestre su superioridad en forma de castigo.
Una de las principales finalidades de la cultura es la aglutinación de los hombres en grandes unidades; pero la familia no está dispuesta a renunciar al individuo. Cuanto más íntimos sean los vínculos entre los miembros de la familia, más difícil les resultará ingresar en las esferas sociales más vastas. El desprendimiento de la familia llega a ser para todo adolescente una tarea cuya solución muchas veces le es facilitada por la sociedad mediante los ritos de pubertad y de iniciación.
La primera fase cultural, la del totemismo, trae consigo la prohibición de elegir un objeto incestuoso, quizá la más cruenta mutilación que haya sufrido la vida amorosa del hombre. El tabú, la ley y las costumbres han de establecer nuevas limitaciones que afectarán tanto al hombre como a la mujer. Si hablamos antes de sublimación, la cultura se ve obligada a sustraer a la sexualidad gran parte de la energía psíquica que necesita para su propio consumo. La elección de objeto sexual queda restringida en el individuo sexualmente maduro al sexo contrario, y la mayor parte de las satisfacciones son prohibidas como perversiones. . La cultura actual nos da claramente a entender que sólo está dispuesta a tolerar las relaciones sexuales basadas en la unión única e indisoluble entre un hombre y una mujer, sin admitir la sexualidad como fuente de placer en sí, aceptándola tan sólo como instrumento de reproducción humana que hasta ahora no ha podido ser sustituido.
La imposición de una vida sexual idéntica para todos, implícita en estas prohibiciones, pasa por alto las discrepancias que presenta la constitución sexual innata o adquirida de los hombres, privando a muchos de ellos de todo goce sexual y convirtiéndose así en fuente de una grave injusticia. 

miércoles, 12 de mayo de 2010

¿Su corazón sufre por trabajar o sufre por las sociedades injustas?


EL PAÍS - Madrid - 11/05/2010

TRABAJAR MUCHAS HORAS ES MALO PARA EL CORAZÓN
Un estudio de 6.000 funcionarios británicos halla un aumento del 60% en la probabilidad de sufrir enfermedad coronaria

Trabajar 10 o más horas diarias es malo para el corazón, según los resultados de un estudio realizado en el Reino Unido. Las personas que trabajan habitualmente tres o cuatro horas más de las siete regladas tienen un 60% más de probabilidad de sufrir problemas cardiacos graves, incluyendo ataques al corazón, que los que cumplen su horario, han dicho los investigadores, que se basan en un estudio realizado sobre 6.000 funcionarios británicos a lo largo de 11 años. Trabajar una o dos horas más no tiene, sin embargo, efectos adversos.
La relación entre horas de trabajo y trastornos cardíacos queda demostrada en el estudio, pero no así la causa, que puede ser el estrés que produce trabajar demasiado. En general, las personas que tienden a echar horas tienen un patrón de comportamiento A (este tipo tiende a ser agresivo, competitivo, tenso, consciente del paso del tiempo y en general hostil), o sufren trastornos psicológicos que se manifiestan por depresión y ansiedad, y posiblemente no duermen lo suficiente o no tienen tiempo de relajarse antes de dormirse, indican los investigadores.
Marianna Virtanen, epidemióloga finlandesa, explica: "La relación entre muchas horas de trabajo diarias y la enfermedad coronaria ha resultado ser independiente de una amplia variedad de factores de riesgo que hemos medido al inicio del estudio, tales como fumar, tener sobrepeso o sufrir de colesterol alto". 

Frente a esta noticia:
En una sociedad justa el trabajo es un don, es cierto que no vivimos en sociedades justa, por lo tanto, hay gente a la que no le gusta trabajar, gente que no tiene trabajo, personas que se jubilan antes de la edad de jubilación porque están hartos de trabajar. Esto es producto de una sociedad injusta, no del trabajo.
El trabajo es un don, con el trabajo se puede modificar la naturaleza, la vida del hombre. Sin trabajo no sería posible ninguno de los actos humanos.

lunes, 10 de mayo de 2010

Vídeo: CHARLA-COLOQUIO SOBRE LA DINÁMICA DE LA TRANSFERENCIA.



CHARLA-COLOQUIO SOBRE LA DINÁMICA DE LA TRANSFERENCIA. 
Impartida por Helena Trujillo, Psicoanalista de la Escuela Grupo Cero.



viernes, 7 de mayo de 2010

Para psicoanalizarse no es necesario saber psicoanálisis.

ALGUNAS NOTAS MUY INTERESANTES PARA PENSAR
Es porque el psicoanalista escucha que el psicoanalizante o paciente habla. Es porque se cura que asocia libremente, no que asociando libremente el paciente se cura o que el paciente habla para que el psicoanalista le escuche. El psicoanalista se ocupa de su propia formación y el paciente de mantenerse en análisis.  Para psicoanalizarse no es necesario saber psicoanálisis.

Un psicoanalista no tiene libertad de interpretar hasta después de ser contratado, en cambio un sujeto puede decir lo que quiera sin tener en cuenta el contrato. 
A.D.C. Psicoanalista

jueves, 6 de mayo de 2010

LA REVISTA INDIO GRIS CUMPLE 10 AÑOS

Indio Gris cumple 10 años
-comienzo de los festejos-

Aunque no alcance el Premio Nobel igual seguiré escribiendo. Igual seguiré luchando contra el periodismo amarillo que, hoy día, es todo el periodismo.
Seguiré pensando: que los argentinos se equivocan más veces que las que aciertan, que Ernesto Sábato merece el Nobel de la Paz, no el de Literatura; que la embajada Argentina en España no lee mis versos; que seguiré pensando que España es mi país a pesar de algunos españoles; que los blogueros de El País en su gran mayoría son incultos y sectarios.
Mientras voy filosofando, me doy cuenta de que a los 70 años muy pocas son las cosas que se pueden cambiar. Si no fuera por mi edad, y aunque no me den el Premio o no lo alcance, prometería ser bueno en todo.
Resulta que a un señor (según el periodista) le cambió la vida, para bien, después de tomar ácido lisérgico o parecido y lo hacen histórico. Sin embargo a ese periodista que le cambió totalmente la vida al meterse un dedo en el culo, ni lo mencionan.
Además, conozco una mujer que le cambió la vida cuando me besó por primera vez y eso, tampoco está, ni registrado, ni patentado.
Y a ese otro pobre hombre que le cambió la vida, para bien, cuando su mujer lo engañó (varias veces) con su mejor amigo y, sin embargo, la prensa no recomienda, para mejorar la vida, la infidelidad.
Si no estuviera por cumplir 70 años, prometería ¡tantas cosas!
Por ejemplo, prometería conjugar todos los verbos que me sean posibles. Construir con los infinitivos un código moral.

 Hasta la próxima.

lunes, 3 de mayo de 2010

Más solo que la una

MÁS SOLO QUE LA UNA

Tengo 37 años, mentiría si digo que nunca he estado en brazos de ninguna mujer, porque mi madre me dormía en su regazo hasta los 11 años. Fui un niño tímido y retraído, aunque me inquietaban las conversaciones de los adultos desde que a los 3 años escuché a mi padre hablar con una vecina de sus sueños nocturnos. No tuve hermanos hasta los 13 años cuando, en una reconciliación, mis padres concibieron a mi primera y única hermana. Con ella el contacto fue escaso, por los años que nos separaban y porque mi vida nunca volvería a ser como antes. A esa edad comenzaba mi incursión en el instituto, me separaba definitivamente de mi infancia y, podría decir, también me separaba de lo que había sido mi vida. Fueron años muy difíciles. Un nuevo centro, compañeros nuevos, hermana nueva y hasta cuerpo nuevo.

Poco a poco me fui acostumbrando a todo eso, a esa soledad autoimpuesta. Me había encerrado entre cuadro pareces que me separaban de la realidad donde todos los demás vivían. No concluí mis estudios, abandonándolos en tercero de bachillerato. Mi padre me puso a trabajar en su negocio, una tienda de ultramarinos, en el barrio de siempre, donde me refugiaba entre cajas y detergentes, y donde apenas tenía contacto con los clientes. Después del trabajo, me encerraba horas y horas en mi cuarto, con la única compañía de mi ordenador, mi única y gran pasión. No podría decir si el mundo era muy difícil o si yo era demasiado difícil para ese mundo. Empecé a amar en silencio, amar a seres irreales, primero de mi imaginación, después de esa ventana virtual que se abría, desde mi cuarto a través de internet. Mi sexualidad nació con miedo a ser descubierta, entre gemidos enmudecidos en mi dormitorio, sin otra piel a la que acariciar. Fuera, mi hermana con su vida, mis padres con sus desencuentros y yo, a este lado, como un soldado agazapado en las trincheras temiendo el ataque enemigo que nunca llega.

Hoy soy un hombre, o eso se podría decir por la edad que aparece en el DNI, pero no vivo una vida de hombre. Sueño con levantarme una mañana diferente, atrevido, ver cumplidos mis sueños de amar a una mujer por las noches, compartir risas con amigos, tener un destino diferente. Pero ese día no llega, nunca reúno la valentía suficiente para ser ese otro, ni tan siquiera para pedir ayuda, esa que tantas veces me han ofrecido y yo nunca me he decidido a tomar. No soy como ellos quieren, pero tampoco soy como yo quiero ser. Soy como aquél que sólo se acuerda de que tiene muelas cuando le duelen, pero que nunca va al dentista, que nunca hace nada por su dentadura, que ve cómo cada diente va cediendo su lugar al vacío de la carne, cómo su vida va cediendo a la dejadez.

Estoy más solo que la una, pero tengo miedo a cambiar, a tener amigos y tener que cuidarlos, a estrechar otro cuerpo y que se marche, a tener un trabajo que me guste y que no sea para siempre. Estoy perdido, enteramente perdido en las ideas que se han fortalecido con los años y ahora son fuertes rejas que me separan de mi felicidad. ¿Cómo he llegado a esto? ¿Cómo fueron pasando los años? ¿Por qué nadie me obligó a detenerme?

Helena Trujillo
Psicoanalista Grupo Cero

Este viernes, charla coloquio de psicoanálisis



CHARLAS – COLOQUIO DE PSICOANÁLISIS

 

MAYO, Viernes 7 a las 20:30 hrs.


LA DINÁMICA DE LA TRANSFERENCIA.

Imparte la charla:
Helena Trujillo Luque
Psicoanalista de la Escuela Grupo Cero
Psicóloga Colegiada y Criminóloga

La charla tratará de explicar por qué la transferencia surge necesariamente en toda cura psicoanalítica y cómo llega a desempeñar en el tratamiento el papel que todos conocemos. La transferencia es el concepto teórico por excelencia. Fuera del campo de la transferencia no es efectiva la palabra.
Su vida futura está encadenada a palabras, y usted tiene una opción de encadenar toda su vida futura a otras palabras que a las que ya está su vida encadenada. Lo que propone el psicoanálisis es verdaderamente interesante: mis pasos futuros se van a encadenar según otras palabras que las que ya comprendo y conozco.
El vínculo de la transferencia tiene que llegar a ser más fuerte que las relaciones con mi papá, con mi mamá, con mi mujer, ¿por qué? Porque si no, no escucho. Para poder escuchar lo que me dice el psicoanalista tengo que poder establecer esta relación transferencial con una potencia tal que anule las otras relaciones amorosas que me llevaron a la enfermedad.

C/ ESPERANTO,9-2º D MÁLAGA
ENTRADA LIBRE



MAYO, Miércoles 12 a las 19:30 hrs.


EL MALESTAR EN LA CULTURA.

Presenta:
Rocío Gaspar, Periodista.
Imparte la charla:
Helena Trujillo Luque
Psicoanalista de la Escuela Grupo Cero
Psicóloga Colegiada y Criminóloga

Para soportar las condiciones  que la vida en comunidad nos impone, en muchas ocasiones precisamos de satisfacciones sustitutivas, distracciones o, incluso, el uso de sustancias que nos hacen insensibles a las dificultades de la vida.
Si nos preguntásemos qué esperamos de la vida, casi todos responderíamos “ser felices”. Pero, ¿qué es la felicidad? Es evitar el dolor y el displacer, pero también es experimentar sensaciones placenteras. Para muchos, es tan difícil mantenernos felices y tan fácil ser desgraciados, que a veces nuestra vida se torna insatisfactoria.
La satisfacción de los instintos, precisamente porque implica tal felicidad, se convierte en causa de intenso sufrimiento cuando el mundo exterior nos priva de ella, negándonos la satisfacción de nuestras necesidades.
Vivir en sociedad ha limitado la satisfacción de nuestros instintos más egoístas, nos ha conducido al camino de la sublimación, que supone una satisfacción como la que el artista experimenta en la creación. Pero no todos tenemos la misma capacidad para responder frente a las exigencias, no todos podemos amar de la misma manera, no todos podemos acceder a la creación como medio de satisfacción.
Ninguna regla al respecto vale para todos; cada uno debe buscar por sí mismo la manera en que pueda ser feliz.

SALA ÁMBITO CULTURAL. EL CORTE INGLÉS DE MÁLAGA.
ENTRADA LIBRE


 

TALLER DE ESCRITURA Y LECTURA

 

Dirigido a personas que quieran disfrutar de la lectura y la escritura. Además de otros valores añadidos a la experiencia: establecer nuevos intereses y relaciones sociales, superar su timidez, invertir su tiempo libre en una actividad productiva y lúdica, etc.

 

Escuela de Poesía Grupo Cero.

Dirigida por el poeta D. Miguel Oscar Menassa.

Coordinadora del taller en Málaga: Helena Trujillo

 

COMIENZO DOMINGO 9 DE MAYO

 

DOMINGOS A LAS 19 HORAS
Grupos de un máximo de 12 alumnos.

Precio 60 euros/mes.
Estudiantes y pensionistas 45 euros/mes