miércoles, 4 de marzo de 2009

Mujer y Vida Laboral. Charla - Coloquio

Alhaurín de la Torre, 4 de Marzo de 2009

Es cierto que las conquistas laborales de la mujer son cada vez mayores, mayor porcentaje de mujeres asalariadas, estudiantes universitarias, empresarias, cargos políticos, etc. aún así siguen existiendo peculiaridades que establecen claras diferencias entre géneros. Si no se celebra un Día Internacional del Hombre trabajador es, entre otras cosas, porque históricamente una de las funciones principales del varón ha sido el trabajo y, con ello, el aporte económico a la vida familiar. De la mujer no se esperaba, moralmente, su ambición y/o necesidad de incorporarse al trabajo, sobre todo si esto producía el desplazamiento de su función en el seno familiar. Las cosas han cambiado, aunque no ha cambiado tanto la ideología al respecto.

Las necesidades sociales, con la revolución industrial y la partida a la Primera Guerra Mundial de los hombres, que despobló las fábricas, dieron el primer empujón a la mujer para su introducción masiva en el mundo laboral. Sabemos que esa introducción en el mundo laboral, junto con la posibilidad de ser formada, son los pilares centrales sobre los que gira toda la liberación femenina. La razón del aumento de asalariadas hay que buscarlas en la confluencia temporal de una serie de cambios. Son los siguientes:

DEMOGRAFICOS: Se produce una caída de la natalidad y se concentran los nacimientos en unos años determinados, crece la población femenina en edad laboral.

ECONOMICOS: El fuerte desarrollo del sector terciario se acompaña de un creciente empleo de mujeres. Las familias necesitan mayores aportes salariales.

SOCIALES: Se eleva el número de quienes viven solas o se convierten en cabeza de familia debido a divorcios y separaciones.

Hoy en día la imagen ideal de la mujer para las propias mujeres es la de una mujer autónoma, respetada y valorada por su trabajo. Por ello, junto al ama de casa han proliferado los estereotipos de mujer trabajadora. Las políticas de conciliación de la vida familiar y laboral hacen hincapié en la necesidad de compartir todas las tareas y responsabilidades familiares, porque sigue habiendo una gran asimetría en el tiempo dedicado a la casa y los hijos. Políticas que, sin embargo, no han incidido aún de forma suficiente en nuestra forma de pensar, pues aún las mujeres tienden a poner en un segundo plano sus ambiciones profesionales ante el nacimiento de sus hijos y son muchas las que abandonan de forma prolongada o definitiva su vida laboral para dedicarse a la familia. En el caso de los hombres sólo un bajísimo porcentaje abandona su trabajo tras el nacimiento de un hijo.

¿Necesidad o dificultad de desprenderse de unos ideales tradicionales? ¿Tanto tiempo necesitan los hijos y el cuidado de la casa? ¿Por qué tantas resistencias a la participación de otras personas en organización familiar? ¿Por qué la mujer no quiere dejar de ser la “ama de la casa”?

Según los datos, el modelo ideal de mujer es aquel en el que ésta puede desarrollarse profesionalmente, de hecho, es muy bajo el porcentaje de población que considera que las mujeres están obligadas a permanecer en el ámbito doméstico. Esta idea se corresponde con lo "políticamente correcto", porque luego el día a día demuestra que la mujer sigue ocupándose de la organización familiar, sigue estando mal visto que anteponga sus funciones y ambiciones profesionales a las familiares, cosa que el hombre ha venido realizando históricamente. ¿Por qué se siente como egoísmo y no como libertad de elección?

Podemos decir que una actitud machista es aquella que discrimina a la mujer, la menosprecia, o la considera inferior al hombre, pero también hay machismo en otras actitudes disfrazadas de proteccionismo. Ya Aristóteles defendía en sus obras la superioridad del hombre sobre la mujer. Machistas inconscientes podríamos decir que de alguna manera, en algún momento y en alguna medida, somos todos, porque todos, tanto hombres como mujeres, pasamos por un momento de menosprecio de lo femenino.

Las mujeres estamos cada vez más formadas y capacitadas para ocupar puestos de responsabilidad, sin embargo aún las cifras no se corresponden a esta preparación. ¿Dónde está la causa? ¿Discriminación por ser mujeres? ¿Dificultad en la conciliación con la vida familiar, no podemos estar en dos sitios a la vez? ¿No es éxito profesional lo que espera la sociedad de nosotras? ¿Dificultad o miedo al éxito profesional y económico? Tal vez un poco de todo esto conforme el entramado en el cual nos encontramos hoy en día, pero como psicoanalista he de decirles que en nosotras anidan resistencias, que no debemos responsabilizar siempre a nuestras parejas o maridos, a nuestros jefes o compañeros, a los organismos o Estados de no estar donde podríamos estar, muchas veces, digo, muchas veces, somos nosotras o nuestras decisiones las que nos excluyen. Con ello me refiero a que muchas mujeres están capacitadas para el desarrollo de tareas de responsabilidad, ya lo han demostrado, pero esas tareas exigen amplios y continuos esfuerzos, que también se exigen a los hombres que desarrollan esa labor. Esfuerzos que implican ciertas renuncias a nivel personal o familiar, que implican asumir ciertos costes personales y, también, ciertos cambios. En muchos casos, la mujer está más capacitada para ganar más dinero que su marido, sin embargo ¿es eso fácilmente asumible? Seguimos pensando en los genitales en lugar de en la capacidad de las personas. Los progresos del pensamiento y los hallazgos de la ciencia, no tienen sexo, los hayan realizado hombres o mujeres, benefician por igual a hombres y a mujeres. Ni todos los hombres son iguales entre sí ni todas las mujeres entre ellas, incluso un hombre, una mujer, son diferentes de sí mismos según sus circunstancias. El trabajo es la única posibilidad del sujeto de constituirse como humano. Sólo con trabajo puedo acceder al mundo y modificar la realidad. El asunto no es dejar de ser mujer para poder ser algo. No hace falta convertirse en un hombre para cambiar de vida, de clase social.

Simone de Beauvoir escribe en sus “Memorias” que nunca le pesó ser mujer, sino que le supuso grandes satisfacciones, pues los varones fueron para ella camaradas y no adversarios. Presumía de unir en su persona corazón de mujer y cabeza de hombre.

La historia nos muestra a la mujer como mercancía, el papel de la mujer en los siglos pasados ha sido el de madre y esposa, pasando de la economía de los padres a la economía del marido, siendo su principal producto el de la reproducción. La familia funciona como una estructura para ella donde se refugia en un intercambio que las mujeres han practicado durante siglos: amor a cambio de amor, amor a cambio de comida para ella y su prole, y ahora trabajo a cambio de amor. Con la incorporación al mundo del trabajo, las mujeres se enteran de que además de la familia existe el trabajo, la guerra y eso genera en ellas un conflicto entre producción y reproducción. Una mujer trabajadora quiere decir alguien que no sólo trabaja por amor o para que la amen, sino alguien que trabaja para el orden del deseo humano. Trabajar incluye pensar el dinero y eso está más prohibido, para la mujer, que pensar el sexo. Por eso que la inclusión de la mujer es tan dificultosa. La necesidad social de incluir a la mujer en el trabajo ha hecho que se pague menos a la mujer para que pueda trabajar sin quedar manchada por el dinero.

Muchos pasos históricos han sido necesarios para que la mujer pasara de mujer objeto a mujer sujeto, haciendo posible pensar una mujer que se haga responsable de su deseo, de su capacidad de gozar, de amar, de producir. Un cambio en nuestra sociedad sólo es posible si las mujeres están dispuestas a trabajar para modificarse, es decir, si están dispuestas a abandonar la aparente protección del silencio. No pienso una mujer explotada y sometida por el hombre, sino una mujer que en ocasiones está sometida a sus propios prejuicios. Y todos los humanos padecemos de los prejuicios históricos por lo que ha pasado la sociedad en su constitución hasta la actualidad.

Desde Freud, sabemos que ha sido la represión de la sexualidad lo que ha reprimido todo el pensamiento femenino, y lo que ha retrasado durante siglos la incorporación de la mujer a la Historia. El camino de la liberación de la mujer pasa por amar, trabajar, escribir, es decir, participar en la construcción de su historia. La mujer que trabaja tiene la oportunidad de encontrar nuevos caminos con creatividad, esfuerzo y amor para conciliar familia y trabajo.

Helena Trujillo Luque

Psicoanalista

htpsicoanalisis@ya.com



Otros trabajos interesantes sobre la Mujer y el Trabajo:

Discurso de Amelia Díez Cuesta, premio a la mujer trabajadora año 2001
Ponencia de la Dra. Alejandra Menassa y Dra. Pilar Rojas en el X CONGRESO INTERNACIONAL DE PSIQUIATRÍA INTERPSIQUIS 2009

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