lunes, 31 de mayo de 2010

Despedida de un padre

1 de enero de 1980, Buenos Aires


Querido hijo Oscar:
                      
  Esta es la última carta que te escribo, al terminarla, iré a recoger unas rosas al jardín y tendré un infarto. La muerte de la última hermana que me quedaba en la Argentina y el sentimiento de que mis tres hijos están grandes y encaminados y que, sobre todo, vos, que ya me diste la alegría de haberme dado cinco nietos y en estos momentos que te escribo, estarás seguramente por tener tu sexto hijo. Te felicito. Usted sí podrá vivir y morir rodeado de muchas personas y lo veo, a usted hijo, instantes antes de mi propia muerte, guiando con su bastón de fantasía, a todo eso que le pertenece y a la vez lo encadena, hacia un destino de luz.

                        Le agradezco hijo que, a pesar de todos mis consejos, usted haya hecho con su vida lo que le vino en gana. Muero con la alegría y la tranquilidad, de que usted ya no me podrá hacer responsable de lo que ocurra en su vida. Y, por otra parte, le ruego no abandone por venir a verme morir, ni su trabajo, ni su familia y recuerde aquello que tantas veces me dijo, y que yo recién entiendo ahora, que los padres no mueren, si fueron capaces de hablar antes de morir.

                        Un fuerte abrazo, que no ha de ser el último, porque usted hijo, al recordar mis palabras, encontrará otros padres, otras palabras.


Raif Menassa


Del libro "El oficio de morir. Diario de un psicoanalista" de Miguel O. Menassa

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