lunes, 13 de abril de 2009

Para padres y educadores. El desarrollo infantil (2ª parte)

DESARROLLO PSICOSEXUAL INFANTIL

Charla impartida por Helena Trujillo en la Casa de la Cultura de Fuengirola (Málaga)

25-3-09

(Viene de fragmento anterior)

Las primeras sensaciones llegan al niño a través de la boca, a través de ella le llega el alimento, necesario para su subsistencia, y con ello sus primeras sensaciones, como dije antes, muy relacionadas en este momento con las necesidades vitales. (desde el nacimiento hasta los 12 o 18 meses).Todos ustedes habrán observado que en las primeras semanas y meses de los bebés parece que el mundo les llega a través de la boca, todo se lo llevan a la boca, como si fuera su forma de conocer. Luego van dominando esas tendencias y conquistando otras partes de su cuerpo.
Además es interesante que la boca va independizándose de la comida, es decir, muestra la tendencia humana a separar necesidad y deseo. No comemos sólo por necesidad, sino también por el placer, las sensaciones que se generan cuando comemos. Por eso el niño empieza a llevarse sus manos a la boca, los juguetes, el chupete. Aparece el chupeteo, actividad sin utilidad aparente más allá del propio placer.
Es importante saber que aquello que hemos conquistado nunca lo vamos a perder, es decir, que para todos nosotros nuestra boca es una fuente de sensibilidad, de placer, de relación con el mundo. O acaso a veces no hablamos más de la cuenta, no bebemos o comemos más de la cuenta…
El siguiente paso en el desarrollo nos lleva conquistar otra zona de nuestro cuerpo, en este caso motivado por las sensaciones que se producen con la evacuación de la caca y las tendencias educativas que nos van imponiendo controlar el tiempo y el lugar en los que tenemos que hacer nuestras necesidades. Hablamos de la zona anal. (12-18 meses hasta 3 años). Este es un ejemplo muy bueno para que nos demos cuenta de cómo la educación va haciendo sus estragos en nuestras tendencias instintivas. Es decir, lo digo de este modo para que nos demos cuenta de que sin refrenar nuestras tendencias, sin educación, sin límites, chuparíamos, comeríamos lo que nos diera la gana y cuando nos diera la gana, o lo que es un poco más claro, haríamos nuestras necesidades en cualquier lugar sin miramiento. La educación nos va marcando dónde y cuándo es adecuado, nos va limitando para que nuestras tendencias naturales tengan el orden de lo humano.
Los genitales serán otra conquista, muy importante, están destinados a tener un papel muy importante en nuestra vida, aunque en la época infantil carece de toda relación con el fin reproductivo. (3 a 6 años). También se le denomina a esta fase, fase fálica. La curiosidad, el toqueteo, la sensibilidad especial de esta zona le lleva a querer tocarse o ser tocado. Observamos niños y niñas que quieren prolongar los cuidados de limpieza, o que se sumen en especial placer cuando se les cambia el pañal. Es normal, sienten en todo su cuerpo, más aún en estas zonas tan sensibles. Lejos de ser mal pensados y sentir que nuestros hijos son un poco pervertidos, repito, hay que pensar que sienten placer, gusto y, sobre todo, que esos cuidados no son llevados a cabo por cualquier persona, si no que normalmente son llevados a cabo por las personas más cercanas a él y, con ello, las personas a las que más afectos les unen.
La actividad sexual se apoya, como vemos, en un primer lugar en una necesidad vital, la ingestión de alimentos, pero luego se hará independiente de ella. Posteriormente la necesidad de volver a encontrar satisfacción se desvincula de la comida. Este autoerotismo le permite al niño hacerse independiente del mundo exterior que aún no puede dominar. Esta es la característica inicial de la sexualidad infantil, el AUTOEROTISMO, es decir, la pulsión sexual no se orienta hacia otras personas, la satisfacción sexual se encuentra en el propio cuerpo.
Padre y madre, o las personas más allegadas al niño en estos primeros años serán, como digo, el primer modelo humano y, además, el primer objeto de amor. Muchos de ustedes habrán oído hablar, aunque de forma incompleta y puede que incorrecta, del COMPLEJO DE EDIPO. Es el fenómeno central del temprano período sexual infantil. Luego ocurre la disolución. Sucumbe a la represión y es seguido del período de latencia.
Cuando el sujeto infantil de sexo masculino ha concentrado su interés sobre sus genitales, lo revela con manejos manuales y no tarda en advertir que los mayores no están conformes con aquella conducta. Más o menos precisa, más o menos brutal, surge la amenaza de privarle de aquella parte tan estimada de su cuerpo. Esta amenaza de castración parte casi siempre de alguna de las mujeres que rodean habitualmente al niño, las cuales intentan muchas veces robustecer su autoridad asegurando que el castigo será llevado a cabo por el médico o por el padre.
Esta actividad masturbatoria viene acompañada por un intenso interés y afecto hacia los padres. El amor del niño es desmesurado: exige exclusividad, no se conforma con participaciones. Pero posee también una segunda característica: carece en realidad de un verdadero fin; es incapaz de alcanzar plena satisfacción, y esa es la razón esencial de que esté condenado a terminar en la defraudación y a ceder la plaza a una actitud hostil.

Sólo después de ciertas comprobaciones, el niño empieza a contar con la posibilidad de una castración. Esta observación, que rompe por fin la incredulidad del niño, es su descubrimiento de los genitales femeninos. Siempre se le presenta alguna ocasión de contemplar la región genital de una niña y convencerse de la falta de aquel órgano, del que tan orgulloso está, en un ser tan semejante a él. De este modo se hace ya posible representarse la pérdida de su propio pene, y la amenaza de la castración comienza entonces a surtir sus efectos.
Al comienzo de la fase fálica los niños y las niñas creen que todas las personas poseen el mismo órgano sexual, pene. Aún la vagina no tiene representación. La diferencia entre tener o no pene se percibe como una oposición por castración. Cada uno toma rumbo diferente al entrar en lo que Freud denomina Edipo o complejo de Edipo en el cual primero se da una identificación con la madre en ambos casos. El niño siente deseos sexuales hacia su madre, y al percibir a las niñas como castradas abandona sus deseos por temor a que le ocurra lo mismo, creándose en el varón la angustia de castración que lo lleva a identificarse con su padre. La niña abandona a la madre porque la cree culpable de su castración y surge la envidia del pene.
La organización genital fálica del niño sucumbe a esta amenaza de castración.
El complejo de Edipo está dispuesto en doble sentido, activo y pasivo, de acuerdo con la disposición bisexual: el varón quiere sustituir también a la madre como objeto amoroso del padre, hecho que calificamos de actitud femenina.
En el varón el complejo de Edipo sucumbe a la amenaza de castración. En la niña, el complejo de castración inaugura el complejo de Edipo. La diferencia importante de que la niña acepta la castración como un hecho consumado, mientras que el niño teme la posibilidad de su cumplimiento. Con la exclusión del miedo a la castración desaparece también un poderoso motivo de la formación del superyó y de la interrupción de la organización genital infantil. Su complejo de Edipo culmina en el deseo, retenido durante mucho tiempo, de recibir del padre, como regalo, un niño, tener de él un hijo. Experimentamos la impresión de que el complejo de Edipo es abandonado luego lentamente, porque este deseo no llega jamás a cumplirse.
La autoridad del padre o de los padres introyectada en el yo constituye en él el nódulo del superyó, que toma del padre su rigor, perpetúa su prohibición del incesto y garantiza así al yo contra el retorno de las cargas de objeto libidinosas. Las tendencias libidinosas correspondientes al complejo de Edipo quedan en parte desexualizadas y sublimadas.
Lo cierto posiblemente sea que la vinculación a la madre debe por fuerza perecer, precisamente por ser la primera y la más intensa.
Esto nos lleva a conversar sobre el importante, fundamental, papel que tienen los padres en el desarrollo psicoafectivo de sus hijos. Como digo, no nacemos humanos, somos un trocito de carne que puede llegar a ser humano. Necesita horas y horas de cuidados, mimos, palabras, riñas, cariños… Esta relación con los papás es la relación que más nos va a marcar en nuestra vida. Son las relaciones que sustentan el modelo que vamos a tomar para el resto de nuestra vida. Algunos de ustedes me dirá: soy madre soltera, o soy viudo, mi marido no se implica en la educación de mi hijo, etc… ¿qué pasa si falta uno de los progenitores? ¿habrá problemas en el desarrollo de mi hijo o hija?
Es importante entender que hay que hablar de FUNCIÓN MADRE y FUNCIÓN PADRE. Función madre es aquella que tiene que ver con los cuidados, la alimentación, la transmisión de cariño, seguridad y también la que transmite los valores fundamentales al bebé. La función padre tiene que ver con la ley, la autoridad, lo exterior, el mundo. Es una función muy importante porque viene a interrumpir lo que podríamos llamar “idilio entre la mamá y el hijo”. Si no fuera por esa función padre podríamos decir que el hijo no necesitaría nada del mundo ni desearía más allá de su mamá.
Estas funciones no tienen que ajustarse precisamente ni todo el tiempo al papá y a la mamá. Muchas veces otra persona desempeña alguna de estas funciones o uno de los progenitores ocupa las dos o se intercambian. Es decir, lo que el niño necesita es que alguien desempeñe esas funciones, no es tan importante quién las desempeñe. Para que lo entiendan mejor, no es necesario que sea tu mamá la que te dé el biberón, la papilla o te limpie el culito, lo que el bebé necesita es comer y estar aseado. Lo que necesita el niño es alguien que le sirva como modelo paterno, no tanto que su padre esté todo el día presente. Cuántos de nosotros hemos tenido padres que trabajaban muchas horas y estaban poco tiempo en casa y sin embargo hemos interiorizado perfectamente esa función y no nos ha faltado padre.
En los primeros años de nuestra vida necesitamos básicamente la función materna, es decir, cuidados, que nos permitan sobrevivir. En esos primeros años nuestra interacción con el mundo va incrementándose en función de nuestro desarrollo. Al principio nos pasamos la mayor parte del tiempo durmiendo, no dominamos nuestro propio cuerpo, ni atinamos a coger el chupete, ni siquiera vemos. Poco a poco van madurando nuestros órganos y vamos desarrollando sus funciones, ayudados muchísimo por la estimulación, los juegos y el deseo de nuestros padres de que crezcamos. Si nadie se ocupa de nuestro crecimiento y si nadie nos deseas, es muy difícil vivir como humanos.
Un exceso de ternura hacia el niño puede acelerar su madurez sexual y hacerle incapaz de desarrollar posteriormente una vida afectiva y sexual normal, quedando aferrado a ese original vínculo. Los niños que presentan una excesiva necesidad de afecto, muestran con ello uno de los más claros síntomas de futura nerviosidad.
Falta en los años infantiles una diferenciación sexual tal y como aparece después en la pubertad. La sexualidad de la niña tiene un carácter masculino, con ello queremos decir que la libido es generalmente de naturaleza masculina. Nos queremos con ello referir al término activo (masculino=activo, femenino=pasivo).
En la niña la zona erógena directiva es el clítoris, localización análoga a la de la zona erógena directiva masculina en el glande. La evolución que convierte a la niña en mujer se caracteriza en ella por una nueva ola de represión que recae precisamente sobre la sexualidad clitoridiana. Su desarrollo hacia la feminidad tiene que ver con la transferencia de la excitabilidad de esa zona hacia la entrada de la vagina, logro que no se consigue con éxito en todas las mujeres. En este proceso pueden aparecer inhibiciones que se manifiestan a través de la falta de sensibilidad en esa nueva zona.

(Continuará)

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