NO SOY UNA MUJER
Varios títulos universitarios, una carrera profesional establecida y una trayectoria en expansión. Sin embargo, no es eso lo que brilla a otros ojos. Ellos ven el contorno de los labios, la voluptuosidad de una silueta, el corte de pelo o una juventud rebosante. Sus sentidos les engañan, sus prejuicios nos ofenden.
Qué fácil resulta a muchos ver una mujer donde no la hay, ya que si de negocios se trata lo sexual no entra en juego. Una cosa es un currículum y otra muy distinta una aventura amorosa. Una cosa una conversación ideológica y otra un piropo. Muchas se sentirán identificadas con esto que digo, porque lejos de aquellos personajes femeninos que venden su profesión a través de su imagen sensual, la mayoría de las mujeres profesionales distinguimos una cita romántica de un almuerzo de negocios, un escote provocador de un traje formal, una mirada atrayente, de un gesto de empatía. Pero muchos no saben distinguir “la o con un canuto” y creen que todo el monte es orégano.
¿Es un halago que se fijen en nuestra belleza o es una falta de respeto cuando no es la belleza la que está en juego? Creo que es sacar las cosas de contexto y llevarlas a un terreno que no hemos convocado. Muchos aún nos confunden con un objeto sexual, sin darse cuenta que nuestra presencia en la reunión, en la oficina o en el es en calidad de profesionales, nada que ver con ser hombres o ser mujeres. Cuando un hombre nos lleva por ese terreno no sólo genera nuestro rechazo, sino que además nos degrada de nuestra función, de nuestra inteligencia. Tratar a alguien como hombre cuando no corresponde o como mujer cuando se trata de una función diferente a la sexual, no sólo es un desprecio, también una grave confusión.
En la cama somos hombres y mujeres, cuerpos que se mezclan en función del deseo convocado. Pero en el trabajo somos profesionales que no queremos vivir de nuestros órganos genitales, sino de la inteligencia que hemos producido.
Helena Trujillo Luque
Psicoanalista de la Escuela Grupo Cero
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