LA INTERPRETACIÓN DE LOS SUEÑOS
17 de Julio de 2009
Ámbito Cultural de El Corte Inglés de Málaga
Buenas tardes, en primer lugar agradecer a Ámbito Cultural y, en especial, a Isabel Ramírez, la posibilidad de ofrecer este coloquio aquí, en este marco incomparable. Además, agradecer a Adriana Bollón su colaboración, como asociada de Amupema, asociación de mujeres empresarias y emprendedoras de Málaga, a la que ambas pertenecemos y en la que Adriana tiene un papel muy activo. Gracias Adriana por estar aquí esta tarde.
Entre muchos títulos posibles para un cierre de temporada elegí el de la Interpretación de los sueños por diversos motivos. En primer lugar porque es el texto inaugural del campo psicoanalítico, porque aunque Sigmund Freud escribiera otras obras antes de 1900, antes de la interpretación de los sueños, es en este texto en el que se conjugan los elementos teóricos en los que se expone las bases de la ciencia psicoanalítica. Como ven, razón de peso para hablar de este tema.
Las ambiciones de Freud en la escritura de La interpretación de los sueños era mostrar que no sólo tienen inconsciente los neuróticos, sino que tienen inconsciente todas las personas normales. Esto quiere decir, que todas las personas tenemos deseos sexuales, infantiles, reprimidos, causa de todas las inhibiciones del pensamiento y de la acción, de todas las inhibiciones funcionales y de más del 50% de las enfermedades orgánicas.
Por otro lado, la cuestión de los sueños siempre suscita interés entre los oyentes. No en vano, en estos días atrás en los que realizaba la difusión del acto, eran muchas las personas que me decían que estaban interesadas por la cuestión. Soñar soñamos todos, sanos y enfermos. Todos nos hemos preguntado en algún momento qué significan nuestros sueños.
En la exposición de hoy no podremos abarcar, lógicamente, la complejidad de una amplia obra de Freud, que nos lleva casi un año de estudio en el Seminario Sigmund Freud de la Escuela Grupo Cero. Sí podré aportar algunos puntos fundamentales que nos permitan entender la función psíquica de los sueños y romper algunos mitos que todos, aún hoy en día, tenemos al respecto.
Muchos de ustedes piensan, influidos por el pensamiento corriente y por algunos libros que existen al respecto, que existe un significado preestablecido para los sueños. Es cierto que el sueño se provee de cierto simbolismo que cada cultura comparte, no obstante, no es suficiente para poder entender el significado de los sueños.
Si varios siglos antes no se hubiese determinado, desde las ciencias físicas, que los sueños eran una manifestación del soñante, ya que antes se consideraba que eran una manifestación demoníaca o espiritual, no habría sido posible el Psicoanálisis. A partir de la física los sueños son una manifestación del soñante. Luego el Psicoanálisis descubre su determinación inconsciente.
Actualmente, son muy pocos los científicos que dudan aún de que los sueños son una función psíquica propia del durmiente, sin embargo es necesario un trabajo teórico para conocer las condiciones de su origen, su relación con la vida psíquica despierta, las singularidades de su contenido, su fugacidad y su repulsa por el pensamiento despierto.
Para comprender el fenómeno onírico, tenemos que entender que el mundo psíquico nada tiene que ver con el mundo real objetivo.
La ciencia exacta actual se ha ocupado de los sueños repetidas veces, pero siempre con la intención de aplicar a ellos teorías fisiológicas. Generalmente los sueños se consideran desprovistos de sentido e importancia práctica. Su estudio se encontraba en condiciones más desfavorables que el de las funciones fallidas (ya saben, olvidos, lapsus, actos de término erróneo…). Hay que admitir que es un fenómeno humano universal y que nuestros antepasados soñaban de la misma manera que nosotros hoy en día.
La inclusión de los sueños en el discurso de los pacientes fue lo que hizo suponer que debían poseer algún sentido propio y lo que nos convenció de su importancia en la vida psíquica de las personas.
La mayoría de los sueños, como todos ustedes saben, escapa al recuerdo, y no quedan de ellos sino fragmentos insignificantes. La mayor parte de los sueños quedan olvidados inmediatamente después del despertar, o, si se mantienen vivos durante el día, se van olvidando paulatinamente. Por el contrario, ciertos sueños se conservan tan bien que los recordamos, a veces, al cabo de muchos años. Algunos se producen una sola vez y otros surgen repetidamente sin sufrir modificación alguna o con ligeras variantes.
Parece, pues, imposible que sobre la interpretación de estos materiales quiera fundarse una Psicología científica. A estas objeciones, hemos de responder que cosas de gran importancia pueden no manifestarse sino por muy pequeños indicios.
Hemos de admitir como punto de partida la hipótesis de que los sueños no son un fenómeno somático, sino psíquico. Una peculiaridad del sueño, también de la fantasía, es que el deseo se muestra como realizado, en el presente. Lo que es característico del sueño es la transformación de la idea en imágenes visuales.
La indeterminación constituye un carácter peculiar de los sueños. Debemos considerar que lo que nos interesa del sueño es el relato que el sujeto hace del mismo, no tanto su recuerdo. Es un carácter de todos los sueños que se produzcan cuando estamos dormidos. Los sueños son una manifestación de nuestra vida psíquica durante el reposo.
El sueño contado, como tal, no tiene ningún sentido. Sólo tiene sentido después de haber aplicado sobre él, el instrumento psicoanalítico que consta de dos instrumentos: el que aporta o padece el psicoanalizado, el soñante, y el que aporta el psicoanalista, donde se conjugan los elementos teóricos. Todo lo que el paciente diga sobre el sueño es deseo y también es censura. El deseo se vale de cualquier sentimiento para expresarse, no tiene objeto ni ética.
El trabajo de interpretación parte del sueño manifiesto, el sueño contado por el paciente, elabora procesos de transformación: condensación, desplazamiento, cuidado de la representatividad; elabora operaciones e interpreta la causa determinante, es decir, el deseo inconsciente.
Hay que saber, que la interpretación psicoanalítica no encuentra nada porque no busca nada. No hay nada en la profundidad del ser. La interpretación construye algo nuevo, algo que no estaba.
Un sueño no tiene ningún sentido, tiene sentido sólo si es procesado por el psicoanálisis. No hay psicoanálisis sin asociación libre del paciente.
Será el propio sujeto del sueño el que deberá decirnos lo que éste significa. El durmiente sabe, a pesar de todo, lo que significa su sueño; pero no sabiendo que sabe, cree ignorarlo. Considerando, pues, que el soñante tiene conocimiento del sueño, nuestra labor se limitará a hacerle hallar tal conocimiento y comunicárnoslo.
En el sueño, los elementos que en él aparecen no son sino sustitutivos de algo que no conocemos y que el análisis nos debe revelar. El sueño constituye una sustitución deformada de un suceso inconsciente cuyo descubrimiento es la misión de la interpretación onírica. El sueño que recordamos no constituye aquello que buscamos, sino tan sólo su sustitución deformada.
Deberemos instar al sujeto a comunicarnos todas las ideas que acudan a su mente, sin excepción.
Cuando iniciamos la labor interpretativa, se oponen a ella numerosos obstáculos. A nuestra imaginación acuden ocurrencias, pero no dejamos que surjan todas con absoluta libertad. De algunas de ellas pensamos que no tienen nada que ver con el sueño, otras las encontramos absurdas e insignificantes. Todo esto perturba el resultado de la libre asociación al realizar una selección indebida. Otra dificultad es comunicar determinadas ideas que pueden resultar desagradables de comunicar a otra persona y en muchos casos se opta por silenciarlas.
Justamente, las ideas que quiere reprimir se revelan como las más importantes y decisivas en el descubrimiento de lo inconsciente.
El sueño muestra el deseo realizándose en forma de un suceso psíquico alucinatorio. Sin dejar de dormir satisfacemos un deseo, y satisfaciéndolo podemos continuar durmiendo.
El sueño, más que un perturbador del reposo, es un fiel guardián del mismo, defendiéndolo contra todo aquello que puede perturbarlo. El mismo resulta del encuentro de dos tendencias opuestas, una de las cuales, la necesidad de dormir, permanece constante, mientras que la otra intenta satisfacer una excitación psíquica.
Existe un grupo de sueños no deformados que, al igual de los infantiles, se nos muestran como realizaciones de deseos. Son los sueños provocados por imperiosas necesidades orgánicas, tales como el hambre, la sed y la necesidad sexual. Como es natural, el sueño no suprime las sensaciones más o menos intensas de hambre o de sed, y al despertar nos sentimos hambrientos o sedientos y nos vemos obligados a comer o beber.
Cuando nos encontramos en presencia de un sueño no comprensible, admitimos que constituye una sustitución deformada de un contenido que nos es desconocido y al cual habremos de reducirlo. La deformación del sueño es un producto de la elaboración onírica.
El sujeto del sueño dispone de una forma de expresión simbólica de la que no sólo no tiene el menor conocimiento en la vida despierta. El simbolismo es otro factor de deformación de los sueños. El conocimiento que del simbolismo posee el sujeto es inconsciente; esto es, forma parte de su vida psíquica inconsciente. Por medio de estos símbolos se nos hace posible, en determinadas circunstancias, interpretar un sueño sin interrogar al sujeto. Cuando llegamos a conocer los más usuales símbolos oníricos y la personalidad del sujeto, las circunstancias en las que vive y las impresiones tras de las cuales ha aparecido su sueño, nos hallamos con frecuencia en situación de interpretar dicho sueño sin ninguna dificultad. Pero, la interpretación basada en el conocimiento de los símbolos no constituye una técnica que pueda reemplazar a aquella que se funda en la asociación, no es sino un complemento de la misma.
Hay que diferenciar entre sueño manifiesto (sueño soñado) y el sueño contado, lo que nos interesa es el relato del sueño, no sirve anotar el sueño cuando nos despertemos, lo que olvidemos cuando contamos el sueño también es importante.
En el sueño no actúa nunca nada que no sea digno de ocupar también nuestro pensamiento despierto. Las tendencias contra las cuales se dirige la censura de los sueños son tendencias reprensibles e indecentes desde el punto de vista ético, estético y social, y que son cosas en las que no nos atrevemos a pensar o en las cuales no pensamos sino con horror.
El deseo inconsciente es superfluo. Nunca desea lo que se tiene que desear. En realidad no desea nada, sólo expresarse.
El deseo que se satisface en el sueño, al ser inconsciente, para ser soñado, precisa de ser deformado. Ello se debe a la censura psíquica, que aunque disminuye durante el estado de reposo, sigue actuando durante el sueño. Esto nos permite entender por qué nos parecen incomprensibles o absurdos nuestros sueños, porque en ellos el deseo inconsciente que se satisface y que ha sido el motor del sueño, no aparece nunca como tal, si no deformado.
El aspecto del sueño, en el que nos es imposible reconocer el deseo, y sus muchas singularidades y absurdidades proceden de la influencia de la censura psíquica que ha actuado sobre él durante su formación. Es fundamental entender que los sueños no son los que generan los deseos, sino que los deseos son los que generan los sueños.
Estos deseos censurados y que reciben en el sueño una expresión deformada son, ante todo, manifestaciones de un egoísmo sin límites ni escrúpulos. El sueño es egoísta, en el sentido de que todo lo que pasa en él tiene que ver con “yo”. El yo está siempre presente aunque no esté.
En muchos casos hemos observado, el sujeto niega esos deseos, aún después que la interpretación los ha hecho manifiestos. Habremos de admitir, que en la vida psíquica existen procesos y tendencias que generalmente ignoramos y de los que quizá nunca hemos tenido la menor noticia.
El odio se manifiesta en ellos francamente, y los deseos de venganza y de muerte contra aquellas personas a las que mayor afecto tenemos en nuestra vida -parientes, hermanos, hermanas, esposos e hijos.
Hay sueños en los cuales podemos reconocer la satisfacción de deseos legítimos y de necesidades orgánicas imperiosas. Estos últimos no sufren deformación alguna ni la necesitan para nada, pues pueden cumplir su función sin ofender en lo más mínimo a las tendencias morales y estéticas del yo.
El deseo inconsciente no tiene objeto, es decir, aunque se le aparezca un objeto real como posible motivo de su saciedad, al conseguirlo también se da cuenta que no era eso lo que buscaba, porque lo que buscaba era repetir la primera experiencia de placer.
Habéis oído decir que, según el psicoanálisis, todos los sueños tienen una significación sexual, pero ahora podréis observar por vosotros mismos hasta qué punto este juicio es equivocado.
Ningún otro grupo de instintos o pulsiones ha experimentado un más amplio sojuzgamiento por las exigencias de la educación como los sexuales, pero tales instintos son también los que mejor saben escapar al dominio de las más elevadas instancias psíquicas. Casi todo hombre ha conservado en algún punto la conformación infantil de la vida sexual y comprendemos así que los deseos sexuales infantiles reprimidos proporcionan las más frecuentes y poderosas fuerzas instintivas para la formación de los sueños.
El sueño nos transforma, de alguna manera, en niños, por ello no debemos avergonzarnos de los malignos deseos que se satisfacen en el sueño. Todo sueño es una realización de deseos. En los sueños deformados puede no ser evidente tal deformación. Los deseos de estos sueños son deseos prohibidos y reprimidos por la censura. Deseos cuyo carácter constituye la causa de la deformación. Pero no se puede buscar en el sueño la realización de deseos sin antes interpretarlo.
El sujeto rechaza sus deseos, los censura. La realización de los mismos no puede procurarle placer alguno, ese afecto se manifiesta en forma de angustia. Las pesadillas muestran con frecuencia un contenido exento de deformación, que ha escapado a la censura. La pesadilla es muchas veces la realización no encubierta de un deseo rechazado y reprimido. La pesadilla suele ser seguida por el despertar que interrumpe el reposo antes de que el deseo haya alcanzado su completa realización.
Un sueño de angustia tiene más que ver con la angustia que con el sueño. Se rompe el equilibrio necesario para mantener el reposo. Se tiene la pesadilla para inhibir la angustia, una angustia que ya se tenía.
Como vemos, la interpretación de un sueño no es una traducción simbólica, ni se puede realizar en cualquier circunstancia, ni la puede realizar cualquier persona, pues depende de la intervención del soñante y la del psicoanalista.
Debemos reconocer que el sueño no se propone decir nada a nadie y se halla destinado a ser incomprendido. Ningún sueño puede ser interpretado en su totalidad.
Lo más interesante del descubrimiento freudiano de la importancia de los sueños en la vida psíquica es que soñar, soñamos todos, sanos y enfermos, por lo que demuestra que no sólo tienen inconsciente los neuróticos, sino que también tienen inconsciente los sanos. Si todas las personas tienen inconsciente todas tienen deseos sexuales, infantiles, reprimidos, causa de todas las inhibiciones de pensamiento y de acción.
Helena Trujillo Luque
Psicoanalista
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